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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro:
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN:
Editorial: DEBATE
La autora Marta Peirano escribe todo lo que no quieres pero necesitas saber sobre el poder, la economía, la sociedad y las telecomunicaciones en la era de la información. Comprenderás cómo funciona internet y por qué, siendo la herramienta más democratizadora de la historia, se ha convertido en una máquina de vigilancia y manipulación de masas. El enemigo conoce el sistema, pero ahora tú también podrás hacerlo.
Peirano introduce un concepto que ha cambiado nuestra manera de interactuar con los demás y con nuestro entorno: la economía de la atención. Ésta gira en torno a los dispositivos móviles, las redes sociales y las plataformas digitales.
Presta atención a estos datos: pasamos en promedio tres horas y media al día mirando nuestro celular. El 89% de ese tiempo lo dedicamos a aplicaciones y el 11% restante a sitios web. Pasamos dos horas y quince minutos diarios en redes sociales.
Facebook tiene actualmente 2.220 millones de usuarios e Instagram, 1.000 millones. Facebook Messenger y WhatsApp se reparten el 50% del mercado de la mensajería instantánea. Las cuatro aplicaciones pertenecen a la misma empresa.
Su negocio, así como el de Google, Amazon y demás gigantes de la tecnología, es investigar, evaluar, clasificar y empaquetar a los usuarios en categorías cada vez más específicas para vendérselas a sus verdaderos clientes: compañías, instituciones, gobiernos, dictadores, empresas de marketing político y agencias de fake news.
La tecnología que mantiene internet funcionando está lejos de ser neutral. Durante la última década, ha evolucionado con el objetivo de mantenernos pegados a las pantallas el mayor tiempo posible. Está preparada para generar adicción.
Las redes sociales nos manipulan a base de gatillos. Disparadores que crean en nuestra mente necesidades que antes no estaban: notificaciones, scrolls eternos, sugerencias de contenido y reproducción automática de videos.
Muchas de estas funcionalidades provienen de los videojuegos, como los sistemas de puntos y las recompensas. Pequeños paquetes de dopamina que forman un proceso denominado “gamificación”.
Todo el contenido es urgente e importante. Así se activa nuestra motivación de pertenencia, relacionada con la necesidad de ser aceptados y el miedo al rechazo. Si no estás, no eres relevante.
Este capitalismo súper acelerado nos fuerza a consumir sin control, suspendidos en un trance de angustia del que intentamos salir consumiendo más contenido.
El mito fundacional de Silicon Valley, cuna de la tecnología moderna, era construir una red libre, un espacio social independiente y colaborativo. Y ser capaces de mantener esta esencia viva. Por algún tiempo, fue así, pero el sueño no duraría demasiado.
Gracias a la Ley de Telecomunicaciones de 1996, cualquier empresa estadounidense podía vender servicios telefónicos, de cable y también de internet. Comenzó entonces una guerra para abastecerse de infraestructura.
Cientos de empresas se endeudaron para cablear el mundo con fibra óptica, incluyendo los cables submarinos que conectan los continentes. Aunque la distribución no fue justa: saturaron las grandes ciudades y dejaron zonas mal comunicadas.
La oferta superó a la demanda, los precios se desplomaron y el mercado de cableado se fue a la quiebra. Apenas sobrevivieron las grandes operadoras estatales y los gigantes del sector privado. La red quedó en manos de unos pocos.
Para que una red permanezca descentralizada, es crucial que los metadatos se dispersen. En este momento, el 70% del tráfico de internet pasa por Tysons Corner, una ciudad en el estado de Virginia del Norte que concentra la mayor infraestructura física de la red en el mundo.
Este punto fue seleccionado durante la Guerra Fría: esta ciudad se encontraba lo bastante alejada de Washington como para permanecer a salvo en caso de un ataque nuclear y lo bastante cercana como para ser accesible.
Por aquí se transportan y leen una cantidad inmensa de datos. Computadoras súper potentes se encargan de recoger estadísticas sobre este tráfico y emplean algoritmos que buscan patrones para predecir su comportamiento. En consecuencia, pueden predecir el comportamiento de los mercados, los países y las personas.
En 1998, Larry Page y Serguéi Brin lanzaron Google. A finales de ese año, ya habían indexado dos millones y medio de webs. La sencillez del sitio y su capacidad para filtrar la pornografía y el spam en sus resultados desplazó rápidamente al resto de los buscadores de la época.
Su objetivo oficial era organizar la información del mundo y hacerla universalmente accesible y útil. Hasta hoy, este servicio se ofrece gratis, a cambio de datos que se usan para mejorar el servicio. En teoría, si la plataforma sabe quién es el usuario, puede ofrecerle mejores resultados y mejor publicidad.
La creación de Gmail, la compra de Blogger, el lanzamiento de Adsense y Adwords y el desarrollo de otros servicios como Google Earth, Google Maps y Google Street View le permitieron al gigante formar una red de vigilancia constante sobre sus usuarios.
En sus términos de uso, Google se reserva el derecho a escanear y almacenar el contenido de sus e-mails. Si colocas el código de Adsense en tu web, la empresa puede extraer datos de tu página y de cada uno de sus visitantes, incluyendo su IP, navegador y estadísticas en el sitio.
Llevar un celular con GPS constantemente en el bolsillo tampoco nos ayuda. No sólo revela nuestra ubicación actual, sino los lugares que frecuentamos, nuestra rutina diaria y con quién nos relacionamos.
Hoy, el internet de las cosas forma parte de nuestras vidas, principalmente con los asistentes personales Siri, Alexa y Google Assistant. Para identificar y responder a tus comandos, estos dispositivos necesitan escucharte permanentemente. Y esto es apenas el inicio de una industria que veremos crecer en los próximos años.
Todos los servicios de Google están diseñados para la extracción masiva de datos. Todo lo que el usuario busca, escribe, envía, calcula, recibe, comparte, lee o borra es digerido por los algoritmos y almacenado en sus servidores para ser explotados. Nosotros somos el verdadero producto.
Un algoritmo es un conjunto de instrucciones diseñadas para resolver un problema concreto. Hace algunos años, los dispositivos podían resolver problemas con una base lógica de manera eficiente.
Pero luego surgiría un nuevo fenómeno: el conectivismo. La idea de que la única forma de imitar al cerebro y sus posibilidades era replicándolo, simulando una red compuesta por neuronas.
Así, un programa diseñado para jugar partidas de ajedrez estudiaría una base de datos con todas las jugadas que obtuvieron mejores resultados en partidas anteriores y las aplicaría en un contexto adecuado, aprendiendo de sus propios éxitos y fracasos hasta acercarse a la perfección.
Si en sus inicios la inteligencia artificial buscaba optimizar las cosas que sabemos hacer, hoy hace uso del machine learning para automatizar cosas que no sabemos cómo funcionan exactamente.
El espíritu colaborativo de internet antes mencionado estuvo presente a principios del milenio. Sitios como Ebay, Craigslist, Napster y otros servicios P2P (peer-to-peer o red de pares) tenían como principal objetivo el intercambio libre entre usuarios.
A partir de las acusaciones de las discográficas hacia Napster por robar o distribuir canciones, se desató la lucha por los derechos civiles online.
En esa misma época, Steve Jobs revolucionó la industria de la música con el lanzamiento del iPod. Haría lo propio con la telefonía celular algunos años más tarde, con el desarrollo del iPhone.
Internet también comenzó a ser una plataforma para difundir información verídica sobre hechos que afectaban a la sociedad y que los medios no comunicaban de manera justa. Sacar fotos y filmar videos que demostraran la verdad se volvió un acto revolucionario. Y distribuirlos, también.
La libertad de prensa dejó de ser exclusiva de los medios tradicionales. El pueblo tenía la oportunidad de contar su propia historia, la verdad era un esfuerzo colectivo. Blogger permitió el crecimiento de este periodismo ciudadano. También surgieron Wikipedia y Wikileaks.
Las redes sociales se convirtieron en plataformas donde se gestaron verdaderas revoluciones del mundo real, como la Primavera Árabe. Ésta se formó en 2010 a través de Twitter y grupos de Facebook y provocó la caída de dictadores en Egipto, Siria, Yemen y Argelia, entre otras naciones.
Las plataformas digitales son infraestructuras globales con la suficiente entidad y autonomía política para retar a la soberanía de los países, pero también son extremadamente útiles para proyectar esa soberanía y extenderla más allá de las fronteras del Estado que la ejerce. Sobre todo cuando existen recursos para realizar una campaña de desinformación.
Facebook reprodujo el mismo negocio que Google: en lugar de vender productos a los usuarios, vende a los usuarios como productos a una industria desesperada por atención. Para que este método funcione, se debe mantener a los usuarios entretenidos dentro de la plataforma el mayor tiempo posible.
En 2006, la red social de Mark Zuckerberg introdujo el News Feed, una cascada sin fondo de noticias generadas por un algoritmo que mezcla las actualizaciones y fotos de los amigos con contenido de anunciantes y medios de comunicación. El orden cronológico es sustituido por un orden de relevancia de acuerdo al algoritmo de la red social.
La plataforma decide cuáles noticias son importantes. El cambio pasa bastante desapercibido pero, si se mira en perspectiva, se lo puede considerar como un gran paso para la manipulación de masas.
Zuckerberg recibió varias denuncias y advertencias para que deje de compartir los datos de sus usuarios con terceros. Pero sirvió de poco. Incluso su algoritmo fue acusado de favorecer el contenido racista y las noticias falsas.
La explicación está en que los contenidos extremos generan más interacciones que el resto, tanto por recibir likes y seguidores como por las correcciones, insultos y amenazas de los detractores indignados.
En 2012, mismo año en que compró Instagram, Facebook decidió dar un paso más en la manipulación de datos. Firmó contratos con al menos tres data brokers para alimentar su algoritmo. Estas son empresas que se dedican a la compraventa de bases de datos personales.
Cinco meses después, Facebook salió a la bolsa.
La integración de este volumen de información en su algoritmo disparó los beneficios de la empresa. Ahora Facebook es capaz de segmentar a un tercio de la población mundial por edad, raza, estado civil y estatus socioeconómico; pero también por sus valores, miedos y preferencias sexuales.
Según el diccionario Oxford, la palabra del año en 2016 fue “posverdad”, que se refiere a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales.
La autora afirma que la industria de la manipulación política ha invadido el proceso democrático, creando campañas clandestinas en canales de comunicación cifrados para convencer a millones de personas, contándoles lo que quieren escuchar. Son las llamadas campañas de fake news.
Mientras que la propaganda usa los medios de maneras éticamente dudosas para convencer de un mensaje, las fake news o desinformación inventan un mensaje diseñado para engañar, asustar, confundir y manipular a su objetivo, que termina por abrazar sus dogmas para liberarse del miedo.
Se basa en fotos y documentos alterados, datos fabricados y material sacado de contexto para crear una visión distorsionada o alternativa de la realidad.
El primer paso es identificar las grietas preexistentes para alimentarlas y llevarlas al extremo. En este sentido, los bots cumplen un papel fundamental, realizando un trabajo intensivo en redes sociales.
Se encargan de ocupar todos los espacios de debate sobre un tema para favorecer la narrativa que les interesa y destruir la que no. Fabrican embajadores, amplificando la voz de todo aquel que los apoya. También atacan a los que se animan a criticar su lógica.
Su principal función es fabricar la ilusión de consenso, recrear el ambiente de una manifestación. Los usuarios engañados se encuentran cegados por el sesgo de esta falsa mayoría.
Peirano describe cómo estas acciones ilícitas fueron usadas recientemente en las campañas electorales de Donald Trump y Jair Bolsonaro, en Estados Unidos y Brasil, respectivamente.
Este manual es fundamental para comprender cuál es el contexto digital en el que nos movemos. En junio de 2019, cuando el libro fue publicado, Facebook trabajaba para unir WhatsApp, Instagram y Messenger en una infraestructura común por medio de la cual los usuarios de estas plataformas podrán contactarse a través de canales cifrados.
Es el ecosistema definitivo para la manipulación de miles de millones de personas. Estas estructuras no están diseñadas para ayudarnos a gestionar las próximas crisis, sino que nos gestionarán a nosotros. Por eso es tan importante informarse y defender nuestros derechos de privacidad.
“Las herramientas del poder nunca sirven para desmantelarlo”.
Para comprender mejor el valor de los datos, lee “Big Data: ¿Importa el tamaño?”, de Timandra Harkness. ¡Búscalo en nuestra app!
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Marta Peirano es una escritora y periodista española, experta en privacidad y seguridad en internet. Ha sido codirectora de Copyfight y cofundadora de Ha... (Lea mas)
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